El salón de baile, Anne Hope

La descripción en la sobrecubierta de esta novela la califica como “sutil y poderosa”, y no puedo estar más de acuerdo: la ambientación, la historia y la prosa, he disfrutado todo. Ha resultado ser mucho mejor de lo que esperaba, toda una sorpresa que merece la pena descubrir: argumento original ubicado en tiempos pasados y con reminiscencias de historia real, porque el protagonista está inspirado en el tatarabuelo de la autora. Ha sido una delicia leerla; ahora os cuento por qué.

Año 1911, en la región de Yorkshire se halla el hospital psiquiátrico de Sharston, y en él despierta Ella, nuestra protagonista. Acosada por la incertidumbre de no saber qué hace allí, pronto descubrimos que ha sido encerrada por haber roto una ventana de la fábrica de telas en la que trabaja: en un momento de rabia y de frustración por no poder ver la luz y acusando las condiciones infrahumanas en las que trabajaba, ha perdido los nervios. Pero no la cordura. ¿Por qué la internan entonces en un manicomio? Basta con avanzar muy poco en la lectura para darnos cuenta de que las decisiones que se toman respecto a cierto tipo de personas no son muy ortodoxas. Ella intenta escapar en cuanto tiene oportunidad, pero no lo logra. En su huida frustrada se cruza con dos hombres que están trabajando en los terrenos del psiquiátrico, y uno de ellos es John. Tampoco sabemos por qué está ingresado en el manicomio, pero no es por locura. Es un hombre sereno, trabajador, callado e inteligente. Y muy atractivo. Este dato lo proporciona el tercer protagonista, Charles, un doctor apasionado por la música, que desoyendo los deseos de su padre, comenzó a trabajar en Sharston con la idea de revolucionar la medicina psiquiátrica.

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Bailar al borde del abismo, Grégoire Delacourt

Esta novela tiene una portada que enamora y un interior que duele, una prosa elegante y una historia dramática, decisiones difíciles, importantes, equivocadas. No sé si afirmar que la protagonista es una mujer loca o que es valiente, pero supongo que la cobardía nunca ha tenido mucho que ver con la locura. Es una novela diferente, llena de frases que se clavan en la retina y en la memoria, y, a pesar de ser breve, he tardado en leerla, porque la he saboreado y sufrido a partes iguales.

Emma es una mujer que tiene todo aquello que puede desear: cuarenta años, casada, tres hijos, un trabajo y mucha estabilidad. Su vida pasa cada día sin que ella se plantee si lo que tiene es lo que quiere. Hasta que un día, en su descanso del trabajo, entra en una cafetería para comer, y su mirada se cruza con la de un desconocido. Y entonces sí, entonces se da cuenta de que lo que tiene no es lo que desea: descubre que su vida no ha sido vida hasta ese momento. Pero, ¿es posible? ¿Puede un cruce de miradas con un desconocido dar un vuelco a la realidad? Yo siempre he creído en la pasión a primera vista, no así en el amor. Esta novela plantea hasta dónde puede llegar una persona si da rienda suelta a su deseo, a un deseo con mayúsculas, uno que mueve y conmueve, que enloquece, que ciega, que estimula, que adormece, un deseo casi adolescente cuando ya se ha pasado la mitad de la vida.

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Lo que sucedió cuando me rompiste el corazón, Rocío Carmona

Algunas veces las novelas caen en nuestras manos como agua de mayo, apareciendo en el momento más indicado para leerlas. En ocasiones nos apetecen historias de misterio, otras, historias de la Historia, otras, historias intimistas, sin apenas personajes, pero siempre historias. Reconozco que no soy muy dada a las de amor: las que terminan bien no me gustan porque no me las creo (como diría Ismael Serrano, las historias de amor, al menos las más bellas, acaban en tragedia), y para las que terminan mal normalmente no tengo ánimo. Pero este caso es diferente, porque Lo que sucedió cuando me rompiste el corazón no es una historia de amor, ni tampoco de desamor: es la historia de cómo seguir con la vida cuando parece que todo ha desaparecido, cuando la única opción es recoger los pedazos que quedan y recomponerlos.

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Tras los pasos de Lorenzo Quart

Hay ciudades a las que sueñas con ir desde siempre y, una vez que has estado en ellas, sólo piensas en volver. Hay lugares en los que se respira magia, sensualidad, perfume de jazmín y azahar, amores perdidos, olvidados o eternos. Hay calles que llevan tu nombre escrito en sus baldosas y monumentos que te susurran al oído palabras con acento del sur. Este va a ser un paseo literario por Sevilla, por la que yo me imaginé hace veinte años cuando leí por primera vez La piel del tambor, y en la que disfruté el fin de semana pasado. Y puede que esta sea su mejor presentación:

«Clérigos, banqueros, piratas, duquesas y malandrines, los personajes y situaciones de esta novela son imaginarios, y cualquier relación con personas o hechos reales debe considerarse accidental. Todo aquí es ficticio, excepto el escenario. Nadie podría inventarse una ciudad como Sevilla.»

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Rendición, Ray Loriga

Esta ha sido una novela diferente, directa al pensamiento y a la razón, llena de situaciones imposibles que asustan por si se hacen realidad, de metáforas clarísimas. Supongo que podría haber sido la historia de cualquiera. Esta es la historia de Rendición.

No soy una lectora muy asidua de distopías, me parece que el mundo en que vivimos la mayoría de las veces ya es lo suficientemente triste como para añadir más desgracia conociendo futuros catastróficos. Pero en esta ocasión todo es diferente. El Premio Alfaguara 2017 es una distopía disfrazada de utopía, donde nada es lo que parece, aunque el lector desconfíe desde el primer momento. Personajes sin nombre, supervivientes de una guerra entre no sabemos quién ni por qué, que se ven obligados a abandonarlo todo para empezar de nuevo. O no.

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