Hacía muchísimo tiempo que una novela no me entusiasmaba de esta manera. Y más teniendo en cuenta que no es un género al que me acerque normalmente; en realidad creo que ha sido mi primera aproximación, pero me ha dejado un sabor de boca tan bueno que no me queda más remedio que recomendarla. Lo advierto desde ya, no es una historia al uso: la acción sucede en un Cádiz a caballo entre finales del siglo XIX y principios del XX, uno de los protagonistas existió realmente, el lenguaje es absolutamente brillante y unos niños llevan al lector de la mano para hacerlo partícipe de sus aventuras. Si sólo cuento esto puede que alguien piense que dónde está la rareza, incluso podemos caer en el error de pensar que estamos ante una novela histórica. Pero entonces entra en juego lo paranormal, porque por estas páginas desfilan componentes de un circo de los horrores, fantasmas, torres encantadas, vampiros y el mismísimo diablo. Esta es la historia de las tres muertes de Fermín Salvochea.
Y es que me cautivó desde la primera página. Los que me seguís, que no sois muchos, sabéis que nunca incluyo fragmentos de los libros que reseño, pero esta vez, la excepción es más que merecida. Este es el comienzo de la novela:
“En marzo de 1873, recién instaurada la Primera República, Fermín Salvochea tomó posesión del cargo de alcalde de Cádiz. Siguiendo su espíritu anarquista, adoptó una serie de medidas polémicas que le granjearon la simpatía de los pobres, al tiempo que la animadversión de las clases pudientes y del clero. Una de esas medidas fue el desahucio del Convento de la Candelaria.
Esto es Historia.
El resto de lo que contienen estas páginas podría no serlo.”
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