El pasado 13 de octubre, y de nuevo en la librería Letras Corsarias de Salamanca, estuvimos de enhorabuena todos los que nos reunimos allí: Miqui Otero se sumó a La conspiración de la pólvora, la asociación que forma esta librería junto con otras dos (Intempestivos en Segovia y La puerta de Tannhäuser en Plasencia), y nos regaló una tarde estupenda. Antes de entrar en materia y contar de qué habló quiero destacar la enorme inteligencia, sencillez y sentido del humor de un autor que me ha ganado para siempre.
Para todos aquellos que no lo conozcáis, os lo presento: Miqui Otero es un autor catalán, periodista y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona, colaborador en distintos medios de la prensa y, actualmente, también en televisión, cada miércoles recomienda un libro en una sección fija que tiene en el programa Tips, de la 2. Yo lo conocí por una entrevista en Página Dos y al día siguiente me compré su libro, Rayos. Y de este libro precisamente vino a hablarnos. Como en breve escribiré su reseña no quiero centrarme en la novela en sí, sino en todo aquello que nos contó sobre escritura y Literatura, pero va a ser inevitable hacer referencias a ella. Allá vamos.
Lo cierto es que, aunque no quiera adentrarme en su último libro, el título resulta original y se presta a múltiples interpretaciones. Y sobre el título fue la primera pregunta que le hicieron. No quiso repetir lo que ya había contado en diversas entrevistas y su discurso viajó desde la literatura tradicional, de la que dice que hemos tomado miles de expresiones, hasta la actual etiqueta de “cultura pop”, de la que no se siente parte. Afirma que actualmente parece que todo aquello que hable de lo que está sucediendo aquí y ahora es considerado “pop” y que, siguiendo esa corriente, todas las novelas decimonónicas podrían ser etiquetadas como tal, pero a nadie se le ocurriría hacerlo. Finalmente, la cultura popular, para él, no es más que una serie de objetos encontrados y compartidos que permiten una conexión más directa con el lector. Y en ocasiones es necesario echar mano de esos elementos conocidos por todos que economizan descripciones y páginas, elementos que crean una imagen nítida de una manera sencilla.
Describió su primera novela de un modo que me parece magistral: es como la carpeta que un adolescente lleva al instituto, en cuyas tapas está todo lo que le puede importar, allí se mezclan imágenes de todo tipo para intentar descubrir y afianzar la identidad. Es como querer enseñarle al mundo quién es el autor a través de lo que le gusta y afirma que la labor de un escritor es ir difuminando poco a poco todas las fotos de esa carpeta.
Centrándonos un poco en Rayos, fue inevitable la pregunta de la autobiografía: y sí, evidentemente hay muchas cosas de la vida de Miqui Otero en la novela, pero al final es ficción, y todo aquello que procede directamente de él son elementos que ayudan a crear la trama. Aun así no tiene problema en admitir que es su libro más íntimo y reconoce que no se avergüenza de ello, que busca a tumba abierta la emoción, sin prejuicios, y utiliza frases sencillas para mostrar ideas complicadas. Supongo que tiene parte de él el origen del protagonista, el número de amigos que lo acompañan o la Barcelona de los años anteriores a la crisis. Para él, Rayos es un intento de detectar los momentos verdaderamente importantes en la vida de sus protagonistas, que poco tienen que ver con los establecidos (hizo referencia a aquellos momentos que aparecen en los tétricos anuncios de seguros: los primeros pasos, el primer día de colegio, la Universidad o la compra de un piso), y que son los que después recordamos: un brindis con los amigos, una tarde en cualquier lugar, contextos y situaciones aparentemente normales o incluso triviales que terminan definiéndonos.
La conversación se movió por la novela, por Barcelona, ciudad que nos estuvo explicando desde un punto de vista geosocial, ya que cuanto más arriba vives, más dinero tienes, e incluso hubo un momento en que derivó en la serie Downton Abbey. También se centró en cuáles son los idiomas que aparecen en Rayos, que son varios, porque los idiomas y los lenguajes tienen peso y hablan de la memoria familiar, del lugar al que se quiere llegar, de las distintas personas que pueblan el barrio del Raval, en el que vive el protagonista. Aparecen el gallego, que es la lengua de los padres tanto de Miqui Otero como del personaje principal, el catalán, que en este libro representa a la alta burguesía barcelonesa, el castellano, en que están escritas esas páginas y después algo tan curioso como el barallete, una lengua inventada por los afiladores y sobre la que el autor indagó. Tiene mucha importancia la inmigración, en este caso y en ese barrio, el del Raval, fundamentalmente centrada en los paquistaníes. Y tiene importancia porque mientras Miqui Otero tomaba una tarde una cerveza con su padre en un bar, precisamente, paquistaní, al autor se le ocurrió decir algo así como “este paqui está bien”. Su padre, lo miró enfadado y le contestó con una frase que no sólo aparece en la novela, sino que sirve como motor de la misma en muchas ocasiones: cuando llegamos nosotros no éramos tan diferentes, lo que pasa es que sólo se nos notaba cuando abríamos la boca. Ante esto hay poco que añadir.
Ha resultado revelador conocer a un escritor como Miqui Otero, y poder pasar un rato escuchándole. Desde aquí, desde este pequeño mundo de letras que habito, os animo a que hagáis lo mismo, tanto con su novela como con él, porque estoy segura de que no va a defraudar a nadie. Alguien que dice que lo que más le conmueve es ver a una persona triste que no puede llorar es imposible que defraude. Por cierto, la dedicatoria del libro, fabulosa, pero –como viene siendo costumbre- me la guardo para mí.
Yo siempre que leo tus reseñas y todo lo que escribes me dejas con la boca abierta. Sigue así. Un abrazo.
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Con la boca abierta me dejó a mí Miqui Otero!!! Gracias por leer el blog.
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Espero la reseña de Rayos,pero como bien dices cómo va ha defraudar una persona con esa sensibilidad. Sigue así, no te rindas.
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Pues la reseña de «Rayos» en breve. Y mil gracias por estar ahí.
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