En ocasiones te encuentras con pequeñas joyas literarias, exquisitas por dentro y por fuera, llenas de sensibilidad y concentradas en pocas páginas, como si de un pequeño frasco de perfume se tratara. Esta vez no ha sido la casualidad la que me ha llevado hasta esta novela sino el programa Página Dos, donde hace unas semanas entrevistaron a la autora, ganadora del Premio Pulitzer. Y aunque quizá esto de los premios ha sido llevado a debate últimamente, y a pesar de que se dice que están desprestigiados, esta novela goza de toda mi admiración.
Narrada en primera persona, con autoconciencia de escritura, no en vano la protagonista es escritora, poco a poco vamos descubriendo quién es ella, cuál es su situación y qué o quién la ha llevado hasta donde se encuentra hoy en día: poco a poco conocemos a Lucy Barton.
La novela comienza cuando Lucy recuerda unas semanas que pasó en un exclusivo hospital de Manhattan, donde permaneció ingresada debido a una complicación en una operación de apendicitis. En numerosas ocasiones nos habla de las vistas de su habitación, desde cuya ventana se puede admirar el edificio Chrysler.
Esos días y esas noches son importantes porque sin esperarlo aparece la madre de Lucy para quedarse con ella. Y no se veían desde que ella comenzó la universidad. Prácticamente tampoco hablaban desde entonces. De un modo casual, casi sin darnos cuenta, a través de los recuerdos desordenados de Lucy y de las conversaciones que mantiene con su madre vamos a descubrir qué es lo que se esconde en esa relación. Y mientras leía la novela me di cuenta de que lo más importante de todo, lo que nos proporciona más información son los silencios que habitan estas páginas. Silencios no sólo en este reencuentro que presenciamos entre madre e hija, sino también a lo largo de toda la vida de Lucy; silencios que han escondido una realidad dura y abrumadora, llena de pobreza, humillación y maltrato.
No sabría decir cuál es exactamente el tema principal: quizá la soledad, porque a pesar de que a la protagonista no le falta la compañía me da la sensación de que siempre está buscando algo más. Se fascina con cada hombre que conoce, como si necesitara un cariño que se le ha negado desde siempre. Pero también puede que dicho tema sea el amor, un amor poco entendido, mal expresado, latente más que presente, pero amor al fin y al cabo, como sólo pueden sentir una madre y una hija.
Es una novela que hay que descubrir, con un argumento sencillo en apariencia; hay que leer entre líneas, entre páginas y entre personajes; hay que degustarla, como un buen vino, con calma y con asombro, descubriendo sus matices y apreciando el sabor maravilloso que deja al terminarla. Breve, intensa y demoledora: así es Me llamo Lucy Barton.
Me llamo Lucy Barton
Elizabeth Strout
208 páginas
Duomo Ediciones
2 comentarios en “Me llamo Lucy Barton, Elizabeth Strout”