Estoy sobreviviendo a la resaca futbolera por la que pasa el país y la oleada de lluvia que parece no querer marcharse. Y así, entre gotas que entristecen los cristales de las ventanas y el final de curso, he decidido hacer un viaje literario que me ayude a evadirme de tanto drama y tanta euforia: me he ido a Roma de la mano de Javier Reverte. Y la experiencia ha sido excepcional.
La he visitado muchas veces y tengo mis lugares predilectos en la mente, pero este libro me ha mostrado rincones nuevos y me ha enseñado a apreciar otros que ya conocía. Un otoño romano, más que un libro de viajes, es un libro de estancia, la que disfrutó el autor durante tres meses en la Ciudad Eterna alojado en la Real Academia de las Artes Española, situada en el Gianicolo, muy cerca del famoso barrio del Trastevere. Y sí, es cierto que alojarse ahí seguramente hace que la ciudad brille más, pero no es necesaria una residencia de lujo para disfrutarla.