Club de lectura: En el café de la juventud perdida

Novela difícil y sesión también complicada. No sabemos si es porque está escrita por un Premio Nobel, algo que inevitablemente impone, por su estructura o porque el tema nos ha llegado.

Pero empecemos por el principio. De nuevo el poema ha sido seleccionado por una de las integrantes del club, esta vez, María Sánchez. Desde aquí muchas gracias por estar atentas a las lecturas y compartir cuando la literatura lleva a más literatura. Y el elegido fue nada menos que Kavafis, con El anciano. Absolutamente perfecto y conveniente para el libro de la quincena: ya sé que hay temas universales, que parece que ya está todo escrito y que siempre se pueden encontrar correspondencias, pero en ocasiones, solo en ocasiones, la poesía condensa en unas pocas líneas todo el contenido de una novela. Comprobadlo.

Poema

En el apartado de recomendaciones destacaron la ilustradora Agustina Guerrero, La volátil, con una historia sobre el embarazo titulada Mamma Mia, y el añorado Rafael Chirbes, con París-Austerlitz. También está teniendo mucho éxito El gran misterio de Bow (reseña aquí), parece que semana a semana cambia de manos y de ojos.

Y vamos al libro: ha resultado complejo, con nombres, lugares y situaciones difíciles de entender. Como siempre, un pequeño resumen: En el café de la juventud perdida narra la historia de una joven que busca su lugar en el mundo y en la vida. En el París de los años 60 abundan los lugares en los que refugiarse cuando parece que no se puede naufragar en ninguna parte. Louki viene de una infancia complicada carente de afectos y su destino es la búsqueda continua, caminar y no parar. Su vida aparece contada por distintos narradores, cada uno con un capítulo, que nos muestran su percepción de la mujer: un detective, un estudiante que deja de serlo, un amante amigo y ella misma. El primer capítulo deja perplejo al lector ya que aparecen multitud de personajes que no conocemos. La opinión ha sido unánime al afirmar que tras terminar el libro, si leemos de nuevo ese difícil y desconocido primer capítulo, la percepción cambia.

Comienza con una tertulia de bohemios en un café, a continuación vira en dirección a la novela de detectives y un capítulo después desaparece el misterio para dar paso a la mujer que tiene subyugados a todos los personajes masculinos, Louki.

Al mismo tiempo abundan las descripciones de la ciudad, que se convierte en un personaje más: sus calles, sus aceras, los locales, la orilla derecha y la izquierda del Sena, sus diferencias, las distintas vidas de París.

Para algunas el tema principal ha sido la soledad, la búsqueda de afecto continuo y para otras parece que la novela se mueve en un terreno nebuloso en el que no se perfila a los narradores; sabemos que cada capítulo lo narra un personaje pero lo cierto es que no hay mucha diferencia entre el modo de expresarse de unos y de otros. La estructura ha causado estragos pero al mismo tiempo nos ha mostrado la maestría de un autor como Modiano: es sumamente complicado trazar un paisaje como el que nos plantea en tan pocas páginas y que en nuestra mente entre no solo la ciudad sino todos y cada uno de los personajes. Puede que al principio haya cundido el desánimo, pero solo ha durado un capítulo.

A todas nos ha llamado mucho la atención el tratamiento de la vida privada: parece que los personajes se convierten en actores cuando entran en el café, no conocen detalles los unos de los otros, ni siquiera el nombre, aunque no resulta importante; lo primordial es que se encuentran allí cada día para poder hablar o simplemente estar.

La incomprensión, la búsqueda perpetua de la felicidad que se escapa, claustrofobia, nostalgia de los tiempos y los lugares perdidos, aquellos a los que da miedo volver, cuando allí se ha sido feliz y cuando no… todos son temas de la novela.

Si tengo que aportar mi toque personal y lo que me ha evocado recurro a un poeta-cantante-canalla de profesión: Joaquín Sabina y su canción Peces de ciudad. Ahí dice pequeñas maravillas que entroncan con la novela, como que “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”. Pero París siempre será París, por suerte.

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